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NIN en fragmentos; parte 2 de 4.

NIN en fragmentos; parte 2 de 4.

The Downward Spiral era (1994)

La historia sigue. El tiempo pasa. Ya van cinco años desde que Pretty Hate Machine hizo que el nombre de Nine Inch Nails empezara a hacerse familiar, y dos desde que Broken demostró lo sucia y ruidosa que podía ser su música. Ya tenían una base de fieles, y los ojos del mundo miraban de reojo a Trent Reznor. Ése fue el minuto en que él decidió llevar todo al siguiente nivel.

Ése fue el minuto en que comenzó a nacer The Downward Spiral.

Entremedio, claro, hubo varias cosas. La disputa de Reznor con la gente de TVT Records por supuesta interferencia en su propiedad intelectual (lo que llevó finalmente a un acuerdo para permitir la creación de Nothing Records, el sello de Trent, en 1992). El arriendo, como lugar para grabar el próximo nuevo disco, de una casa donde (casualmente) Charles Manson y los suyos asesinaron a la actriz Sharon Tate, en 1969 – una historia que pareciera tener una lejana, pero presente, relación con la producción que ahí se grabó.

Mal que mal, The Downward Spiral no es un disco fácil, en cuanto a temática. Todo lo contrario: es una obra cruda, que evoluciona a medida que avanzan los tracks. Hasta pulso narrativo tiene, y eso corre desde el nombre en adelante. Pocas veces un disco tuvo un título que reflejara tanto lo que uno encuentra al poner(le) play. Porque aquí, el título es la historia: la de un tipo que va, progresiva e inexorablemente, cayendo en su propio abismo.

No hay mucho de coincidencia, de hecho, en que el mismo Reznor haya reconocido que esta placa tiene un tanto de autobiográfica. Mirando a la distancia (vamos para 15 años), se puede ver que el resultado está mucho más cerca de ser una catarsis que de cualquier otra cosa. Tan así, que no es tan iluso llegar a creer que se trata de Trent contando un posible final que imaginó para sí mismo – uno que, evidentemente, nunca se llegó a concretar.

Musicalmente hablando, el abanico de sonidos de NIN se ha ampliado y enriquecido progresivamente en este punto. Las nuevas influencias son reconocidas (Pink Floyd, David Bowie), y lo cierto es que se notan. De los primeros se aprenden ciertos códigos para imbuir a algunos de sus temas de una progresiva (pero siempre un tanto sutil) psicodelia; del otro se adoptan estructuras pop que dotan a varias de sus composiciones de un irresistible gancho para que quien las oiga, las recuerde por un buen tiempo.

Todas estas ideas se combinan con las de Reznor, y con los aportes de sus invitados para esta ocasión (el baterista Stephen Perkins y el guitarrista Adrian Belew), y el resultado no es nada menos que increíble. The Downward Spiral tiene motivos de sobra para haber pasado a la historia como uno de los discos claves de los ’90: un sonido más propio que nunca, versos provocadores y directos, melodías sazonadas con cambios y cortes inesperados (y la mayor parte de las veces, inspirados). La fórmula para la fusión del sonido industrial y del rock aquí es llevada a nuevas alturas, ahora incluso con la capacidad de atraer a oídos ajenos a estos estilos.

Hay mérito en los singles en eso, claro: Closer es un temazo que hasta da para sonar en (muy oscuras) pistas de baile, con una letra que califica como inolvidable. March Of The Pigs, otro clásico de NIN, es un choque de estilos que a la primera deja marcando ocupado (nadie puede quedar indiferente cuando la conoce y escucha ese quiebre de piano). Pero The Downward Spiral es muchísimo más que sus sencillos: es un concepto, contado y ejecutado de forma única y perturbadoramente atractiva. De principio a fin, es una idea bien hecha, y eso es algo fácil de demostrar. Y es que cuando un capo entre capos, un grande entre grandes como Johnny Cash llega y toma prestado un tema tuyo, es porque algo hiciste bien. ¿O no, Trent?

Vídeo: Nine Inch Nails – Closer (Uncensored Version)

Vídeo: Johnny Cash – Hurt